Biografía

Cándido Fernández Mazas –“individuo armónico de aptitudes múltiples”– en palabras de Carlos Gurméndez, pertenece a la generación de jóvenes que, nacidos con el  siglo XX, fallecen prematuramente. Por distintos avatares geográficos y personales han permanecido en la penumbra de la historia. Su vida va a transcurrir pareja a la evolución y a los acontecimientos determinantes de su siglo.

Nacido en Orense en 1902, es en esta pequeña capital de provincia (que cuenta sin embargo con una  presencia de prensa importante dada la relación número de habitantes/periódico), donde va a desarrollarse sin otro estímulo que el que encuentra en compañeros de generación, como Eugenio Montes, Madriñán Neira, Manolo Cid, Jacinto Santiago, Manolo Méndez, Paco Gallego, Álvaro y Augusto de las Casas, Juan Astorga Anta, etc.

Va  interesarse  este grupo de jóvenes por la cultura más académica –participarán en las actividades de la Comisión de Monumentos presidida por Don Marcelo Macías– pero también por los experimentos literarios más arriesgados o las estéticas más rupturistas, participando en proyectos tan lejanos geográficamente como Metaboliques de Èmile Malespine o Nouvelles Litteraires, en Francia,  Síntesis en Argentina, Alfar, Grecia, Hélices, Reflector, etc, en España, persiguiendo  formar una comunidad universalista y  cosmopolita.

Realiza sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario agrarista local La Zarpa, de Basilio Álvarez en 1922 con artículos de creación cercanos al  surrealismo.

Envía desde Madrid al  diario  El Pueblo Gallego de Vigo algunas crónicas gráficas, en las que retrata a diversos oradores que pasan por la Residencia de Estudiantes, como Cansinos Assens, o Antonio Sardinha. Es en esta época cuando Ramón Gómez de la Serna recibe algún dibujo suyo a través de Eugenio Montes “que el autor de “Muestrario” conserva en su caja de sorpresas de Velázquez 4, entre bandadas de codornices y coronas mortuorias, dibujos de Solana, relojes de música”, o cuando Guillermo de Torre le envía a Orense una postal de felicitación por sus “bellos grabados”.

Aunque sólo hubiesen llegado a nosotros sus trabajos como linoneísta en La Zarpa durante los años veinte, o los dibujos que realizó en París en 1925, estaríamos, para decirlo con palabras de Arbós Ballesté, “ante uno de los grandes dibujantes españoles de la primera mitad de siglo”.

Su  actividad literaria va a transcurrir paralela a su actividad plástica. A finales de los años veinte y principio de los treinta escribe diversas obras de teatro de las que solamente llega a publicar una: Santa Margorí (Madrid, Alcor Galaico, 1930).  Su producción poética –muy escasa– la componen seis poemas escritos en lengua gallega.  Su pensamiento plástico o político va a aparecer en distintos medios y su crítica de arte va a aparecer en la revista P.A.N. (Paseantes. Andantes y Navegantes), en la que colaborará junto a Eugenio F. Granell,  Fernández Sendón, Fernández Mezquita o Ramón Gaya y que va a ser editada por los hermanos Dieste en Madrid, en los primeros años de la década del  treinta.

Participa en el proyecto del Ministerio de Instrucción Pública Misiones Pedagógicas, con lecturas escenificadas y realizando decoraciones y muñecos para el guiñol.

De esa época es también una exposición de pintura en el Lyceum Club de cuadros de pequeño  formato, “Pintura intimista de evidente raíz poética”, como la definiría Santiago Arbós.

Colabora en distintos periódicos gallegos y  madrileños con viñetas de contenido político comprometido con la izquierda más radical, idealista y heterodoxa, en las que la línea –protagonista absoluta,– evidencia su maestría.

Durante la guerra civil va a colaborar en publicaciones del P.O.U.M., como el diario dirigido por su amigo  Eugenio F. Granell, El  Combatiente Rojo. También en publicaciones anarquistas como la revista Umbral.

Encarcelado en Valencia y liberado meses más tarde gracias a la mediación de los jueces militares Sebastián Martínez Risco y Díez Faes, pero sobre todo gracias al tesón y al esfuerzo económico de su familia, regresa a su  pueblo en Pedrouzos, Casas do Penedo, en O Castro de Caldelas en Orense, donde fallece en diciembre de 1942.

Siendo su obra muy escasa, aunque muy sugeridora  y  de gran trascendencia como se puede constatar a medida que  pasa el tiempo, ha sido olvidada o relegada por diversos motivos.

Se pretende desde esta página, reclamar legitimidad histórica, plástica e intelectual para una figura inscrita en una generación que no pudo cumplirse merced al drama de la guerra civil y de la que Mazas es exponente paradigmático.