Darle espacio a Mazas, infinito espacio[1]
Raquel Pelta

Situando a Cándido Fernández Mazas, ilustrador y humorista

Si la obra de Cándido Fernández Mazas no ha recibido toda la atención y respeto que se merece, menos aún parece haber sido la que se ha dedicado a  su trabajo, que cabe calificar de excelente, como humorista gráfico y como ilustrador de libros, periódicos y revistas.

Sin embargo, posiblemente en su momento, fueron éstas dos de las actividades que más popularidad debieron de proporcionar al artista, pues  no debemos olvidar que el  chiste –una denominación que no agrada demasiado a los ilustradores del humor–, la caricatura y la ilustración gráfica en general han gozado desde siempre del  favor del público. Los periódicos y revistas, desde hace casi dos siglos y hasta hoy en día, suelen colocarlos en algún lugar especial hacia el que desean que el lector dirija su mirada porque, en numerosas ocasiones, un chiste o una ilustración, ocupando tan sólo unos centímetros de papel, puede llegar a decir mucho  más de lo que se cuenta en el resto de la publicación.

Ex Libris Xavier Bóveda. Orense, 1922

 

Paradójicamente, el humor y  la ilustración –dos de las facetas de Cándido Fernández Mazas, como acabo de señalar– y, por tanto, los humoristas y dibujantes para el medio impreso, no han encontrado todavía un hueco en la historia y  crítica del arte, equiparable a otros artistas. El carácter efímero, una estética que a menudo no  se corresponde con los parámetros al uso, la referencia a una realidad inmediata y  pasajera, un vehículo físico multiplicado por  centenares de miles de veces y los prejuicios sobre la validez artística de lo lúdico, son algunos de los aspectos que empañan una relación que podría ser más trascendente y  respetuosa. Pero, precisamente, todos estos aspectos en manos inteligentes, pueden transformarse en una estrategia a través de la que es posible transmitir mensajes complejos y  contundentes, estableciendo elaboradas relaciones entre el lenguaje visual y  verbal, que sirven como potente instrumento de crítica y enseñanza. El  chiste, la caricatura, la ilustración, en general, son también documentos históricos que actúan como radiografía social y política, al mismo tiempo que son una manifestación artística y literaria, pues toman forma de narración en imágenes.

Posiblemente por eso, y  en relación a Cándido Fernández Mazas, quizá chiste y  dibujo de ilustración puedan considerarse dos de las manifestaciones más genuinas de este artista múltiple, ya que de alguna manera sintetizan una obra que se desenvolvió con fluidez entre el  campo plástico y  el literario, pues siempre fluctuó entre su vocación de pintor y de escritor.

Por otra parte y en relación con el  humor, si bien Fernández Mazas llegará a este campo por razones de supervivencia económica (dadas las escasas posibilidades que a un artista avanzado ofrece el panorama ourensano) –y si hacemos caso de lo que señala su hermano  Armando, también de su intención de comprometerse políticamente[2]–, su incursión en él, le permitiría dar rienda suelta a unas preocupaciones sociales y políticas que, por lo general, quedan fuera de su pensamiento  estético, pues a menudo y desde éste, reivindica la pureza de la obra de arte y su independencia de la realidad, subrayando la incapacidad del acto  artístico para aprehenderla totalmente (“Una manzana real no es nunca una manzana pintada”[3]),  porque a Mazas y como ha señalado su hermano: “No le interesa la expresión literaria de la realidad, de lo cotidiano, lo  vulgar: Ver y comprender puede ser sustituido por presentir, intuir o soñar”.[4]

Claro que, como bien ha indicado Arturo Casas, en un texto que se incluye en este catálogo, Mazas estuvo próximo al trotskismo y para Trostski el proceso  revolucionario no  suponía sacrificar el arte no  didáctico–propagandístico.

En todo caso, es preciso entender las diferentes  posturas en un contexto de discusión sobre el papel del artista, la obra de arte y su función social. A través del  humor, y tal vez sin proponérselo, Mazas resuelve el conflicto entre un arte puro y un arte comprometido, cumpliendo, de alguna manera, con una de sus afirmaciones: los cuadros deben estar en vitalidad y en pintura: la vida aprisionada en un orden.[5] De este modo, y con sus dibujos de humor, con sus caricaturas, aprisiona en un orden la realidad social y demuestra su implicación en el momento que le ha tocado vivir, marcado por siglos de corrupción política y de decadencia económica y  social. Porque para él  la caricatura es una manera de manifestarse en política y de rebelarse contra la situación, en este caso,  del país en el que vive. Así lo  subraya cuando hablando de la historia de España –“un pueblo de folletín”[6]– se refiere a Goya, como una de esas pocas voces blasfematorias que se han alzado dentro del pueblo ibérico: “” El  sueño de la razón produce monstruos””. Goya tiene que inventar la caricatura para manifestarse en política: tiene que alejarse de sus concreciones plásticas para dar fuertes aldabonazos en la vacía experiencia nacional”.[7] Probablemente eso mismo es lo que hace Mazas y por eso mismo, tras su  vuelta del primer viaje a París en 1925, da comienzo a su trayectoria como humorista.

La obra humorística de Mazas surge, pues, en un período histórico –la dictadura de Primo de Rivera– difícil desde el punto de vista político (se suprime la vida parlamentaria, se reprime a los sindicatos, se establece la censura previa, etc.), pero tal vez por eso, “favorable” a un humor crítico que se convierte, seguramente, en la única manera de poner en evidencia una situación cada vez más imposible de soportar. Y ahí es donde el artista gallego, enlaza con una corriente de humoristas iconoclastas e inconformistas que desde el siglo XIX venían arremetiendo contra una España en franca decadencia, corrupta e injusta: Mariano José de Larra “Fígaro” que en su Pobrecito  Hablador[8] pondrá de relieve el retraso y  la incultura españolas; Ibrahim Clarete (seudónimo de González Brabo) que desde El Guirigay[9] arremete contra los desmanes de la regencia de María Cristina; Ortego con sus caricaturas para Gil Blas; Cilla,[10] colaborando primero con El  Cencerro[11] y luego en La Viña, La Avispa y Madrid Cómico –entre otras publicaciones–, con sus dibujos incisivos; Demócrito (seudónimo de Eduardo Sojo) y  Mecachis (seudónimo de Eduardo  Sáenz Hermúa) que desde el periódico  El Motín[12] combatirán el clericalismo y los abusos monárquicos, y un largo  etcétera que culminará ya en el espléndido trabajo de Luis Bagaría, con quien en alguna ocasión se ha comparado a Mazas.

Desde el humor, “Dichi” (uno de los seudónimos más empleados por Cándido en su tarea de humorista gráfico) fustiga a la dictadura primoriverista pero también a la pseudo–imaginación –española, ­centralista mejor–  que ha servido para abrigar absurdos tópicos en torno a la periferia”,[13]  al “incongruente pueblo  ibérico”[14], a una España que “no es un pueblo de historia, sino un pueblo de folletín”,[15] pero también ataca a un nacionalismo gallego trasnochado y aldeano.[16]

Y si el estado en el  que se encuentra España en general y Galicia en particular, precisa del humor como  válvula de escape y/o arma de denuncia, el panorama del arte más avanzado es también proclive a éste. Así, cabe recordar que las vanguardias artísticas y literarias del primer cuarto del  siglo XX perciben el humor como un recurso para transgredir los valores burgueses. Futuristas, dadaístas y luego  surrealistas –y en España ultraístas, a los que Mazas estuvo cercano a través de las colaboraciones en revistas como Alfar, de las que más delante hablaremos–  emplean el  humor como un arma con la que ridiculizar la moral, la política, el amor, los convencionalismos sociales, etc., poniendo de relieve su escasa credibilidad y  validez mientras reflejan que tras un conflicto bélico como el sufrido –la primera guerra mundial– no puede haber otra salida ante la dura realidad de una civilización que ha dejado en la contienda un saldo de innumerables víctimas y unos principios que ya no servirán para recuperar sus vidas.

Cubierta Revista Alfar. nº 35. La Coruña, 1923.

 

Si bien, como ha señalado Torrente Ballester a Mazas las vanguardias “no le satisfacían […] como  soluciones, pero habían dejado su espíritu  sembrado de problemas”, [17] con ellas comparte el dolor causado por la guerra, como demuestra cuando afirma: “La juventud actual tiene que pedirle cuentas a los viejos:  esos viejos sin fervor y sin vitalidad qu no  levantaron sus broncas voces asmáticas en contra de ese bestial espectáculo de aliadófilos y  germanófilos; ese espectçaculo que nos envenenó la vida, que puso en nuestras mejillas, muy  jóvenes entonces, el  rojo temblor de la ira y la consciencia. […] Todo nos lo  han robado y  nada les debemos. Hay un divorcio espiritual tan latente que la vida empieza en nosotros. Hagamos balance de veinte siglos y mandémoslos a la mierda”; [18] quizá, por eso, Cándido vio en el  humor crítico, una buena manera de hacer ese balance y empezar desde cero. Y si el contacto con las vanguardias, dejó su espíritu sembrado de problemas, algunos de ellos debieron encontrar salida en el humor porque su manera de aproximarse a éste no es la de un humorista corriente, sino la de alguien que comparte con aquellas su afán problematizador, aunque las mire con distancia.

Puede que Cándido coincidiera –salvando las distancias ideológicas– con Castelao cuando éste señala, hablando de una actividad que también practicó, que: “El humorismo interpreta la vida de una manera sincera y  fuerte, no solamente plástica, sino ideológica, y así como en el  dibujo puro, la forma es un fin, en el  humorismo, es un medio para expresar ideas. Los dibujos humorísticos tienen otro valor para la historia, pues debajo de la risa reposa un comentario justo de la realidad”.[19]

La actitud de Fernández Mazas cuadra, además, a la perfección con el perfil del  humorista más puro, ese humorista ideal que no deja títere con cabeza, que denuncia y que pone en cuestión muchos de los valores establecidos porque, en realidad, y a  pesar de que éste no fuera un territorio elegido libremente, su obra alcanza una profunda verdad y una dignidad que demuestra, como decía Wenceslao Fernández Florez que: “El humor es sencillamente, una posición ante la vida […].”[20] Por su parte, Cándido señala en un texto  publicado en El Pueblo Gallego: “Cuando un novelista, cuando un verdadero ente se enfrenta cara a cara con la vida, como Schopenhauer hizo, la realidad destroza toda inclinación a un mundo mejor, y ya no puede retornar más que por uno de estos caminos: o el de la fría catalogación, o el melancólico del humorismo”.[21] Desde este segundo  camino, Mazas no hace concesión a lo  fácil o a lo  vulgar, pues como  ha señalado  José M. Bouzas, hablando de la personalidad del artista, siempre fue “incapaz de someterse a nada ni a nadie por un logro”. Bouzas llama, asimismo, la atención sobre su  capacidad dialéctica, su “violencia verbal y  un sarcasmo  hiriente que podía llegar a la crueldad”,[22] un perfil que parece encajar con la opinión de Baudelaire: “Los españoles están muy  dotados para lo  cómico, Llegan rápidamente a lo cruel, y sus fantasías más grotescas contienen a menudo algo de sombrío”.[23]

Pero la entrada de Mazas en el mundo del humorismo gráfico vendrá precedida por una labor previa en el terreno  de la ilustración gráfica –y en un sentido amplio en el del grafismo porque a comienzos del  siglo XX resulta difícil delimitar las diferencias entre diseño e ilustración –que desde el punto de vista historiográfico está aún po investigar. Sus primeros trabajos, todavía en plena adolescencia, son carteleras –de las que parece haberse conservado resto alguno–, que realiza de manera gratuita para el Teatro Principal y el Cine Apolo de Ourense.

Hacia 1921 aprende –al parecer con Manolo Méndez– a grabar en madera y linóleo y, con tan sólo  18 años, comienza a publicar ilustraciones en revistas, coincidiendo con un momento  especialmente brillante para las publicaciones periódicas españolas, en general, y gallegas, en particular.

Sus inicios, se encuentran en el diario La Zarpa, fundado en 1920 por Basilio  Álvarez –hombre de ideas socialistas– y dirigido a partir de 1921 por Roberto Blanco Torres que había salido primero en Madrid para, más tarde, editarse en Ourense. Pese a su juventud, encontramos un Fernández Mazas que se muestra ya como un dibujante seguro. Sus colaboraciones –a las que volveré a referirme– serán numerosas especialmente entre los años 1925 y 1926.

Paralelamente y desde 1924 colabora como ilustrador en el  diario Galicia.

A estas colaboraciones seguirán otras en dos de las revistas míticas de la historia cultural  gallega: Nós y Alfar.

Nós surge en 1920 dirigida por Vicente Risco. Desde sus comienzos se empeña en el impulso de la identidad y  cultura nacionales gallegas mientras defiende un arte puro o lo que es lo mismo, el arte por el arte. Hacia 1922, Cándido realizará algunas ilustraciones para esta publicación, dentro de unas líneas que lo aproximan a las vanguardias del momento –aproximándose en ocasiones a los Delaunay–, pero pronto inicia su colaboración en una revista que parece encajar mejor con su personalidad: Alfar.[24]

A Alfar llega de la mano de su amistad con Luis Huici. Es, por aquel entonces, una revista de vanguardia que había nacido a finales del año  1920 bajo la denominación de Boletín de Casa América–Galicia. En octubre de 1923 aparece ya como Alfar, una publicación de cuidado  diseño, cuyas páginas se compondrán mediante la articulación de grabado, texto y filetes gruesos, recursos que permiten establecer una clara relación entre el contenido visual y el literario. Dirigida por Julio J. Casal, ya desde 1922 venía convirtiéndose en publicación literaria, dando acogida a algunos de los más destacados vanguardistas del momento: Alberto, Bores, Borges, Dalí, Ángel Ferrant, Robert y  Sonia Delaunay y el uruguayo Barradas, con el que Mazas entró en contacto.

 

Para Alfar y desde 1923, Fernández Mazas realiza xilografías de trazo limpio y seguro dentro de una estética muy cercana a la de Norah Borges, Wladyslaw Jahl y  el mismísimo  Barradas, por aquellos momentos representante del ultraísmo, un movimiento literario que si bien tuvo alguna incidencia sobre las artes plásticas no llegó a cuajar una orientación colectiva, aunque se hicieron algunos textos que podríamos calificar de manifiestos.

Influidos por los futuristas y  por los caligramas de Apollinaire, heredaron también elementos de algunos dadaístas como Picabia y Tzará así como de los expresionistas alemanestanto en los textos como en las ilustraciones. De ahí el uso de la xilografía y  la búsqueda de la innovación formal que caracteriza la gráfica del movimiento, marcada por la experimentación tipográfica y por una ilustración de evidente carácter artístico.

Un año  más tarde volvemos a ver a Mazas como colaborador del  diario  El Pueblo Gallego.

Mientras tanto, y al mismo tiempo que realiza sus dibujos para la prensa, se convierte en ilustrador de los libros de algunos de sus amigos: La luna, el alma y la amada (1922) de Xavier Bóveda; Estética da Muiñeira (1923) y O vello  mariñeiro toma o sol e outros contos, de Eugenio Montes; Kindergarten de Francisco Luis Bernárdez –uno de los mejores ejemplos de la gráfica de Mazas–; Xornadas de Bastián Albor (1927) de Álvaro de las Casas, O vento segrel de Augusto de las Casas, entre otros.

En todas estas obras, Mazas traza delicadas ilustraciones, la mayoría de ellas xilografías, de una gran sencillez, en las que la línea corta la negrura del  fondo y es el elemento que mejor define el quehacer de artista. Cuando ocupan las cubiertas aparecen acompañadas de tipografías trazadas a mano –de evidente relación con futuristas y  dadaístas– en las que cada letra tiene una personalidad distintiva, dejando de ser un vehículo  neutro para convertirse en una ilustración más. El año  1925 supone su primer viaje a París y a su  vuelta es cuando se producen sus primeras incursiones en el humorismo  gráfico, posiblemente motivadas –como ya hemos señalado en palabras de su  hermano–, por un deseo de implicación política y social que creció en contacto con los exiliados que había conocido en la ciudad del Sena. Retorna a La Zarpa, y ese retorno coincide con un año –1926– revuelto para la dictadura de Primo de Rivera que determinará el procesamiento del doctor Marañón, el destierro de Jiménez de Asúa, el cierre del Ateneo, así como la sublevación y disolución del cuerpo de Artillería, entre otros hechos.

Desde La Zarpa, Mazas combate sutilmente, pero sin tregua la dictadura de Primo de Rivera. Un ejemplo de esa sutileza es un grabado de intención republicana, publicado el primero de enero de 1926. Construido como un collage, entre sus diversos elementos muestra dos coronas en el aire, junto a unos rótulos compuestos con letras de plantilla en los que puede leerse Frágil, y la fecha 1 de enero de 1926. Estilísticamente próximo al dadaísmo –recordemos que Mazas había conocido en París a uno de los máximos representantes del ísmo, Tristán Tzará–, es un modelo de inteligencia que le permite atravesar indemne la censura previa a la que la dictadura somete toda publicación.

Frágil. Diario  La Zarpa. Orense 1 de enero de 1926.

 

Y es que no había modo mejor que la sutileza, aunque a veces, y contemplados desde la distancia temporal, sus chistes puedan resultar crípticos, sobre todo si nos atenemos a los pies que acompañan a los dibujos, en los que a menudo recurre a citas de Homero, de Santa Teresa o a encomendaciones a Santa Bárbara. Si bien puede ser cierto que, como ha señalado  Antón Capelán, [25] parece  haber una integración entre texto e ilustración, también es verdad que ésta debió ser la única manera de evitar el control censor. Como ha señalado su hermano Armando: “Esta etapa del  Humorismo gráfico […] se encuentra toda ella muy condicionada por la censura gubernativa. Esto explica el desfase que a veces se produce entre la perfección y el cuidado en el  dibujo y la improvisación pobre y descuidada del pie de la viñeta. Leyenda que Cándido cuidaba con talento y gracia; pero que ante el rechazo del  censor y por no perder la posibilidad de su impresión, tenía que sustituir el pie de la viñeta por otro  más oscuro, inocente y poco expresivo; produciéndose el desfase observado entre dibujo y texto”.[26]

Sin embargo  cabe pensar que posiblemente en su momento, ese desfase no fuera tal pues los lectores de Dichi compartían su mismo  contexto. En todo caso, Mazas no parece ser de esos humoristas que pretendan provocar la risa. Se adapta mejor al perfil que José Francés define para el verdadero  humorista: “El humorista practica el  humorismo  activo; el socarrón, el pasivo optimismo. Aquel  busca el pensamiento y el corazón; éste se limita a lograr la risa”[27] Efectivamente, el artista gallego parece buscar más el pensamiento y el corazón, pues sus chistes, aun con la distancia temporal, siguen moviendo algo dentro del lector. Mazas, parece también cumplir a la perfección con lo que decía Thacheray: “El  humoristas procura despertar y encauzar nuestra compasión, nuestra bondad, nuestro  desprecio de la mentira, la fatuidad y la impostura; nuestra ternura por los débiles, por los pobres y por los miserables. Procura,  con los medios que tiene a su alcance, ocuparse de todos los actos habituales y de todas las pasiones de la vida”.[28]

En La Zarpa, Dichi reparte su trabajo en lo que podríamos calificar de series: Cosas del tiempo y Cura de Aguas, Artistas gallegos, Aguafuertes Goyescos –especialmente interesantes por el fuerte contenido  social, y donde se denuncia la estupidez de aquellos que no quieren ver lo que es más evidente–, entre otras. Son dibujos muy  sencillos, sin fondos, de rasgos reducidos a lo esencial, en los que no se busca el  volumen y  que resultan de una modernidad absoluta.

Coincidiendo con su actividad como humorista político en La Zarpa, en 1926 se hace cargo de Galaxia, revista mensual  de novelas gallegas. Compartiendo  dirección con Augusto  María de las Casas, ilustra bajo el nombre de Xohan Rafael. De formato  cuadrado es una publicación de gráfica esmerada, tratada con especial  mimo.

Muiñada de estrelas. Álvaro de las Casas. Editorial  Galaxia. 1926, Orense

 

Tres años más tarde –y con la interrupciónn de su nueva estancia en París en 1927–, ya en 1929, dibuja para La Gaceta de Galicia, revista mensual fundada por Eugenio Olano y  José L. Viñas Castro, con sede en Vigo, de la  que sólo saldrán dos números. Cándido asume la parte artística, colaborando con Carlos Maside. El resultado de ello será una cuidada presentación, clasicista, equilibrada, en la que el espacio en blanco se convierte en elemento compositivo  fundamental. Vuelven las rotulaciones manuales de Mazas, en las que la letra reclama presencia de ilustración. Desde el  punto de vista iconográfico, los temas que aquí se trata son variados: campesinos, paisajes campestres y urbanos, marineros, parejas, etc., todos ellos realizados con ternura.

A estas colaboraciones, seguirán otras, a su traslado a Madrid en 1930, en Nueva España, revista dirigida por Antonio Espina, José Díaz Fernández y Adolfo  Salazar.

Este mismo año, vuelve al  dibujo político, esta vez en el semanario ourensano La República de Jacinto Santiago, donde su  humor se llena de ferocidad y da lugar a dibujos y caricaturas, a menudo llenos de crueldad, una crueldad que se exacerba durante los años republicanos coincidiendo con el  avance reaccionario que se produce en el  bienio negro –Leroux–Gil Robles–, cuando colabora en el  periódico El Pueblo Gallego, con sus series: Crónicas do Agro, Caricaturas de personajes políticos, Crónicas de nuestro tiempo, Lerias d’ Bondo y Cosas veredes Galaicos, que constituye, como ha señalado  Carlos Gurméndez una “beatíficaimagen irónica de la campiña gallega”.[29]

En 1933 ingresa en Misiones Pedagógicas, aprovechando el paso del  grupo por Ourense. Pinta decorados, y realiza carteles, de entre los que nos ha llegado Retablo de Fantoches, un modelo de belleza, expresividad, sencillez y  vitalidad que nos habla de un cartelista que posiblemente no creía en el cartel como un grito sino como un susurro, como amable y delicada sugerencia.

Hacia 1934 publica dibujos en un buen número de publicaciones: Política –para la que realiza durísimos chistes en los que denuncia los peligros a los que  está expuesta la República–, Nueva España, Claridad y Heraldo de Madrid. Sin embargo, su actividad fudamental se concentra en la revista P.A.N., publicación de ensayos dirigidos por Otero  Espasandín, en la que se encarga de la presentación artística y de la crítica e información de arte. P.A.N. es una publicación tratada con esmero en la que Mazas lleva a cabo ilustraciones de las que emana un sereno clasicismo. Como es habitual en él, destaca su dominio de la línea y  la sencillez de su trazo, como consecuencia de un pensamiento estético siempre alejado de lo barroco.

En P.A.N.; –y en todas las publicaciones en las que se hallan–, los dibujos de Mazas –pese a estar subordinados a una intención de denuncia y también diáctica y también educativa– y, por tanto, alejados de sus creencias estéticas, manifiestan muchas de las características de su  dibujo  más artístico. Pues si en su pintura permaneció siempre   fiel a las dos dimensiones, el medio impreso parecía prestarse todavía mejor a ello. Y si siempre rechazó la estética académica amanerada y tradicional, un medio como éste no podía encajar mejor con sus principios ya que siempre ha demandado una pureza formal que va en paralelo con una tecnología que precisa de la economía de medios.

Porque los chistes y la ilustración, en general y por propia esencia siempre ponen de relieve que el  dibujo no es la realidad, que tan sólo la evoca; pero  además, las ilustraciones de Dichi, no  dejan de hablar de su opción por la síntesis, del abandono del volumen, de la valoración del vacío, de la búsqueda de lo esencial, y, por tanto, de la huida del detalle innecesario. Posiblemente, sin saberlo, desde su  gráfica aportará también ese arte nuevo que necesitaba Galicia. [30]

El  Combatiente Rojo. Diario del P.O.U.M. Madrid, 1937

 

Los últimos trabajos del Mazas ilustrador verán la luz en el semanario P.O.U.M. de Madrid, en El combatiente Rojo –al frente del que estará uno de sus mejores amigos, Eugenio F. Granell–, en la revista Umbal de Valencia y  posiblemente en algunos carteles que quedaron perdidos. De sus dibujos en El Combatiente Rojo dirá Granell: “[….] eran admirables. El de un miliciano, que yo siempre tuve por un autorretrato, diseñado con una línea espiral continua casi  caligráfica, se publicó en una página entera. Era un alarde de destreza poética”.[31]

Después, la nada y una brillante trayectoria que ha quedado sepultada y, hasta olvidada, en las bibliotecas y hemerotecas a las que algún día habrá que acercarse para descubrir al buen grafista, ilustrador y humorista que Cándido Fernández Mazas fue.

© Raquel Pelta Resano. Madrid.

 


[1] Titulo este artículo a partir de una frase Darle espacio al tiempo, infinito espacio, que Cándido Fernández Mazas dedicara a Rafael Dieste, en una crítica que hizo en agosto de 1933, de su libro titulado Rojo Farol Amante. La frase tiene una gran carga poética pero, además, dentro del párrafo correspondiente, si bien hace directa referencia a Dieste, contiene ideas que reflejan la concepción que del creador artístico tiene Mazas: “[…] fiel a su signo y a sus voces, busca en el destino de las cosas su razón de ser. (Y buscar el destino es buscar la eternidad). Y fiel a su mismo trance se hace oscuro a fuerza de se introspección, de penosa y bien ganada búsqueda. Y fiel a su intimidad se desangra en poesía. Que este es el caso del creador: enjaular en el verbo la agonía del mundo. Darle espacio al tiempo. Infinito espacio”.
En otro texto, esta vez una crítica a la obra de Eduardo Dieste, Buscón poeta y su teatro. Recorrido espiritual y novelesco del mundo, realizada en octubre del mismo año, Fernández Mazas dice. “Que el que vive en el tiempo puede vivir en el espacio. Que el que en el espacio vive, vive en la eternidad, esa cuarta dimensión de las cosas”. Desde su trágica muerte y durante décadas, Mazas ha sido un artista olvidado, un artista que no ha logrado vivir en el tiempo y, por tanto, tampoco en el espacio. Es hora ya de darle tiempo y espacio.
Los textos aquí citados se publicaron originalmente en Escuela de Trabajo, y se recogen en Fernández Mazas, A.: El periodismo de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1990, p. 74 y 76, respectivamente.
[2] “Ista primeira etapa da súa viaxe a París (primavera do 1925) onde no café da ROTONDE conversa con Unamuno e artistas e xentes de letras, exilada ou contrarias as dictaduras española e italiana, cando de volta a Ourense decide empregar as suas facultades plásticas contra a dictadura de Primo de Rivera. Nace entón o humorismo gráfico de DICHI”, en Fernández Mazas, A.: O Humorismo gráfico de Fernández Mazas(Dichi), Orense, Ediciones Andoriña, 1989, p. 11.
En otro párrafo indica: “Fernández Mazas actuaba no xénero artístico do humorismo gráfico por rachas, cando tiña necesidade de gañar algunos cartos, ou cando a situación política reclamaba o seu concurso”, ibídem, p. 13.
[3] Citado por Carlos Gurméndez, en Cándido Fernández Mazas, Dibujos de París 1925-1927, Armando F. Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1993, p. 13.
[4] Fernández Mazas, A.: El periodismo de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1990, p. 20.
[5] Carlos Gurméndez en Cándido Fernández Mazas, Dibujos de París 1925-1927, Armando F. Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1993, p. 13.
[6] Fernández Mazas, Cándido.: “Al margen del gay vivir. Historia y folletín”, en El periodismo de Fernández Mazas, p. 28.
[7] Ibídem, pp.. 28-29.
[8] El primer número del Pobrecito Hablador vio la luz en agosto de 1832 y el último en marzo de 1833. Para Larra: “El escritor satírico es aquel que con sus escritos destruye errores y persigue las preocupaciones que caen sobre la sociedad”. No es, por tanto casual que Fernández Mazas, en su artículo “Historia y folletín” haga la siguiente referencia: “Entre qué genio estamos? Se preguntaba “Fígaro” en 1834. Pero a “Fígaro” nadie le escuchaba. Larra pasó por el siglo XIX como una sombra que ninguno viera; sus ojos dramáticos se llevaron la mayor parte del secreto a la tumba, esa tumba que todos infamamos con nuestro silencio aterrador. Han pasado noventa años: ¿Hemos entendido a “Fígaro”?” en “Al margen del Gay vivir. Historia y folletín”, recogido en El periodismo de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1990, p. 29.
[9] Panfleto publicado en Madrid entre enero y julio de 1839. Fue prohibido por Real Orden.
[10] Gil Blas se fundó en 1864, también en Madrid. En ella se inició el humor gráfico.
[11] Fundado en Córdoba en 1871.
[12] Periódico satírico, republicano, subversivo y anticlerical fundado en 1881 por José Nakens, Eduardo Sojo y Juan Vallejo. Desaparecerá en 1926.
[13] Fernández Mazas, Cándido: Al margen de la vida. Imaginación y meridionalismo, texto publicado en La Zarpa, 8 de septiembre de 1926, recogido en Fernández Mazas, A.: El periodismo de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1990, p. 24.
[14] Fernández Mazas, Cándido: Alucinación e iberismo, La Zarpa, 9 de septiembre de 1926, recogido en op. cit. (1990), p. 25.
[15] Fernández Mazas, Cándido: Al margen del Gay vivir. Historia y folletín, La Zarpa, 15 de septiembre de 1926, en op. cit. (1990), p. 29.
[16] En este sentido, es preciso recordar un artículo fundamental de Mazas: “Una recta en la cultura gallega” publicado en Gaceta de Galicia, septiembre de 1929, y recogido en El periodismo de Fernández Mazas, p. 71.
[17] Torrente Ballester, Gonzalo, en Cándido Fernández Mazas, Dibujos de París 1925-1927, Armando F. Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1993, p. 5.
[18] Fernández Mazas, Cándido: “Sin novedad en el frente” Gaceta de Galicia, nº 1, septiembre de 1929. Recogido en el El periodismo de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1990, pp. 81-82.
[19] Citado por Fernández Mazas, A., en O Humorismo Gráfico de Fernández Mazas (Dichi), Ourense, Ediciones Andoriña, 1989, p. 6.
[20] Wenceslao Fernández Florez , Discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, 14 de mayo de 1945, citado por Ferreiro Villanueva en Claves de Tres sombreros de copa. Miguel Mihura, Madrid, Coclo Editorial, 1990, p. 87.
[21] Fernández Mazas, Cándido: “Asteriscos sobre un libro”, en El Pueblo Gallego, 31-3-1929, recogido en Fernández Mazas, A.: O Humorismo Gráfico de Fernández Mazas, pp. 81-82.
[22] Bouzas, José M.: “Fernández Mazas”, en Antón Pulido Nóvoa(dir.): Vangarda histórica, Vigo, Nova Galicia Edicións, p. 307.
[23] Baudelaire, Ch.: Lo cómico y la Caricatura, Madrid, Visor dis., S.A., 1988.
[24] Para más información sobre las revistas que aquí se mencionan puede consultarse la obra de César Antonio Molina, Medio siglo de prensa literaria española (1900-1950), Madrid, Ediciones Endymion, 1990, así como en su libro: La revista Alfar y la prensa literaria de su época ( 1920-1930), La Coruña, Ediciones Nós, 1984.
[25] Fernández Mazas, A.: La Estética de Fernández Mazas, Orense, Ediciones Andoriña, 1992, p. 55.
[26] Fernández Mazas, A.:ibídem.
[27] Francés, José: El arte que sonríe y que castiga. Los humoristas contemporáneos. Madrid, Berlín, Buenos Aires, Editora Nacional, 1924, p. 9.
[28] Citado por José Francés, en op. cit., p. 12.
[29] Carlos Gurméndez, op cit. P. 13.
[30] Fernández Mazas, Cándido: El arte nuevo y Manolo Méndez, artículo publicado en Galicia, diario de Vigo. 1923-1924, recogido en El periodismo de Fernández Mazas, p. 107.
[31] Granell, Eugenio, en Mazas, poeta creador de la amistad, en Cándido Fernández Mazas. Dibujos de París 1925–1927, pp. 9-10.